Hemos hablado en varias clases (sobre todo de Diseño Editorial) sobre maridaje tipográfico, la adecuada combinación de fuentes a la hora de resolver piezas editoriales. Aquí posteamos un capítulo del libro Dictadura del Diseño. Notas para estudiantes molestos de Carlos Carpintero que nos ofrece una interesante mirada sobre el tema.

maridtipo

Maridaje tipográfico

Como sucede en algunas conferencias sobre diseño y tipografía, sobre el tema del maridaje tipográfico algunos autores ofrecen amplias sugerencias dentro de justificaciones más o menos racionales. Pero en general, un alumno inicial no saca nada de esas palabras, porque hay una mínima cantidad de saber transfe- rible. Algunos tópicos del mundo profesional del diseño son difíciles de enseñar. Todo parece opinable y discutible. Al alumno entonces lo asalta una pequeña desesperación: quiere certezas, reglas, leyes específicas que le digan sin vuel- tas “nunca uses una fuente sans serif para textos extensos”. Pero tal cosa no existe, afortunadamente. Si así fuera, el mundo no necesitaría de nuestros ser- vicios profesionales.

Pasemos al tema en cuestión: ¿cómo saber qué fuente tipográfica puede funcio- nar bien con otra? Si uno está interesado en el mundo de los vinos, sabrá al menos por propia experiencia, aunque ignore los principios químicos que funda- mentan el hecho, que es muy difícil maridar espárragos o chile picante con vino. Y que algunos vinos en particular se llevan muy mal con huevo, chocolate y al- cauciles. El champagne puede ir bien con las ostras, pero un queso graso anu- lará todas las notas frutales y convertirá el espumante en un buche de tanino.

Con las fuentes tipográficas sucede algo similar. Hay algunas combinaciones que desde la misma experiencia del oficio sabemos que no funcionan. Porque no hay contraste (Futura con Century Gothic), porque el contraste está más orientado a la competencia que al complemento (Frutiger con Univers), porque el contraste es brutal por las marcadas diferencias en la estructura de los tipos (Bodoni con Rotis Sans Serif) o porque simplemente hay platos que nuestros usos no habilitan (no comemos pasta con arroz ni Helvetica con Times).

El buen cocinero, como el buen diseñador, sabe disponer de soluciones básicas y simples para la alimentación cotidiana. Estas soluciones son independientes del gusto por el ornato. Cuando hablo de básico lo hago en el sentido de “inicial y primario”. Ciertamente, simple no quiere decir fácil. Al diseñador se le impone la tarea de reflexionar por un momento sobre la razón de las fuentes que va a usar. La inexperiencia es un gran problema cuando trabajamos con tipografía, lo cual puede llevar a cometer algunas atrocidades. Es inevitable, no hay otra manera de aprender. Lo complejo no es cometer errores, sino la indolencia ante la evidencia del error. Apilar diez fuentes en una página o combinar fuentes que como conjunto representan el paradigma de la infelicidad.

Nunca hay que dejar que los programas de los ordenadores tomen decisiones por nosotros. Si al cliente o al operador se le antojan, pueden disponer de cien alfabetos en un párrafo, con sombras y volumen. Dios se apiade de sus almas. Los menúes de fuentes hoy se parecen a los restaurantes que en Argentina se denominan “tenedor libre” y en otras tierras all-you-can-eat. Allí los comensales suelen servirse huevos fritos, guacamole, pizza y sushi en el mismo plato. Una tragedia, es el imperio de la indigestión y del mal gusto. Hay que tener una sos- pecha paranoica por los valores por default y las generosas ofertas de fuegos artificiales de las aplicaciones.

No está de más recordar que el saber sobre el oficio tipográfico nos tiene a los diseñadores como protagonistas, siendo uno de los pocos campos de exclusi- vidad que nos quedan. No hay otros profesionales que tengan entre sus domi- nios el uso experto de tipografía.

Dictadura del diseño. Notas para estudiantes molestos

Carlos Carpintero