Reposteamos el artículo de Omar Franco y publicado en FOROALFA sobre la complejidad que significa la construcción de una teoría del diseño.

El diseño tiene su discurso en construcción

Pensar en un único y unívoco discurso del diseño, es sumergirlo en un campo estático y poco productivo. Su propio enfoque reflexivo provendrá de una actitud rigurosa, pero amplia.

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Suponer al diseño como una actividad de tipo técnico, o una vertiente de retórica estética o simplemente una técnica de comunicación, es negar la presencia activa en la sociedad de una disciplina que, dada su adolescencia teórica, suele ser víctima de coqueteos por parte de ciencias y terrenos de mayor trayectoria.

Pensar el diseño gráfico con un único piso teórico claramente definido y un unívoco enfoque crítico es confinarlo a un campo de acción estático y poco dinámico. Tal vez una de las principales características de las disciplinas nuevas y emergentes sea justamente la nebulosa que ese hace presente en sus pisos o fundamentos teóricos. La consecuencia es la poca autonomía y la dependencia constante y simbiótica de otros campos.

El diseño tal cual como lo conocemos hoy, supone que hayan sido superados escenarios de clásica confrontación entre la función y la forma, y desde luego tópicos como la comunicación y la estética. Es indudable la presencia activa de enunciados en el diseño, traídos de la sociología, de las artes, de la comunicación incluso del mercadeo, sin embargo no puede el diseño como disciplina supeditarse a ningún enunciado en particular. Estas premisas prestadas le sirven como articulaciones de su discurso en construcción.

En este sentido, la transdisciplinariedad debe convertirse en plataforma esencial para nuestra disciplina; reconocer esta particularidad es deber de todos los diseñadores. Este reconocimiento debe derivar en una actitud de búsqueda de la comprensión de la complejidad del diseño y su espacio social. Es lógico pensar que una disciplina con una génesis relativamente reciente y con tantos agentes, discursos y perspectivas presentes, encuentre problemas para construir un discurso propio e independiente. Pero es más interesante y nutritivo pensar al diseño como una disciplina en constante reflexión, disciplina que fagocita reiteradamente todo aquello que percibe como necesario para justificar su acción social.

A pesar de este panorama intrincado, o mejor, gracias a él, germinan posiciones que brindan destellos claros de acercamiento y entendimiento de la disciplina, razón por la cual es importante citar posiciones visionarias como la de la profesora e investigadora María Ledesma, quien sugiere reconocer la actividad reguladora del diseño.1 Ledesma enfoca su análisis en las llamadas necesidades de comunicación visual argumentando que no son «naturales»; por el contrario se inician en el tramado socio-económico al que se pertenezca. Podríamos desde la perspectiva de la autora en cuestión, suponer entonces que la dependencia del diseño es evidente en la medida en que regula tareas comunicacionales en relación con la producción y con la vida en general. En esa misma línea de análisis surgen planteamientos mediadores y de profundidad interpretativa como el de la profesora titular de comunicación de la Universidad de Buenos Aires, Leonor Arfuch; quien fija la pertinencia de una concepción del diseño dentro de la compleja estructura semiótica cultural.2

A manera de conclusión, el diseño tal como le concebimos actualmente es sin lugar a dudas, un terreno de tráfico constante de posiciones y enfoques. Cada una de estas posturas es necesaria. Esta dinámica de crítica constructiva que se extenderá por algunos años más, es quizá la principal característica de nuestra disciplina y al final será justamente la multiplicidad de voces en un debate abierto y riguroso las que nos permitan construir un enfoque reflexivo propio.