Breve e intenso artículo de Carlos Carpintero publicado en FOROALFA en el que se aborda y se pregunta acerca de la relación existente entre la reflexión académica sobre el saber disciplinar y la tarea cotidiana que desarrollan los diseñadores. Adherimos a las palabras de Carpintero. Un gran aporte al debate.
La teoría del diseño está más allá del oficio
La reflexión académica sobre diseño implica el manejo de unos saberes y el establecimiento de unos objetivos muy diferentes de los que necesita el diseñador para su tarea diaria.
No es necesaria otra explicación crítica, detallada y compleja sobre el concepto «Diseño Gráfico». Por ello, porque no es necesaria ni tiene una utilidad concreta ni inmediata, me parece importante desarrollarla.
Este artículo es necesariamente breve. Pero merece una indagación más extensa, generosa, abundante en ejemplos y metáforas explicativas. Quedará para otra oportunidad. Puede resumirse en una de frase: el Diseño Gráfico en tanto oficio se constituye en el obrar, pero encuentra la justificación de su ingreso a la Academia como condición de posibilidad para la reflexión sobre lo que está más allá de las consecuencias inmediatas de ese obrar.
No se puede definir qué se entiende por Diseño Gráfico1 sin una diferenciación de dos actividades que coinciden bajo esa denominación. Diseño Gráfico, en principio, es el nombre de un oficio. Los oficios pueden aprenderse en un taller o una escuela de oficios, en los que prevalece el obrar, la factura, la realización. El maestro le enseña al discípulo. El discípulo repite lo aprendido, una, dos, mil veces. Así conoce el oficio.
Aprender un oficio entonces es similar a la concepción japonesa2 sobre el aprendizaje. Repetir para aprehender. No se conoce algo hasta que no ha sido aprehendido, hecho propio, a través de la repetición de una acción que parece infinita. No se trata de una repetición en la que necesariamente se comprende el fin3 de hacer una y otra vez lo mismo. En otras palabras, no es una repetición reflexiva, sino solamente un tipo de acontecimiento que permite aproximarse a otro acontecimiento, eso que la abstracción denomina un objeto.
Un oficio, entonces, deviene o es una consecuencia necesaria de una repetición no necesariamente reflexiva. Por ello, el saber vinculado a un oficio es intransferible. El Diseño Gráfico, en un aspecto entonces, es un oficio. Un saber, un dominio, un conjunto de conocimientos que se pueden aprender en su realización práctica. Se aprende a diseñar diseñando, como se aprende a dibujar dibujando, a ejecutar un instrumento musical con la práctica, a escribir se aprende escribiendo y a cocinar, cocinando4.
Pero el oficio de diseñar, como el oficio de dibujar, hacer vasijas, escribir o cocinar, no permite la revolución de sí mismo si no vuelve la mirada hacia la abstracción de lo que se realiza y lo realizado. La reflexión es la condición necesaria de la revolución5.
Este es otro aspecto del Diseño Gráfico: el de la reflexión. Como oficio, el Diseño Gráfico no necesita de la Academia. No hace falta entrar en una universidad para aprender a diseñar. Pero la reflexión sobre el Diseño no puede ser realizada desde el Diseño como oficio, porque los oficios son miopes en lo que se refiere a las consecuencias sociales extensas de su obrar. La mayoría de los diseñadores gráficos no reflexionan sobre Diseño. Entre otras cosas, porque no hace falta reflexionar sobre Diseño para diseñar. De hecho, de entre los mejores diseñadores gráficos que he conocido, ninguno reflexiona sobre Diseño.
Además, aunque quisieran, no podrían, porque no saben cómo. Si supieran cómo, no entenderían el por qué ni el para qué. No pueden reconocer tampoco el valor de la reflexión sobre Diseño cuando el azar o la obligación les impone cruzarse con ella. No la reconocen porque la reflexión no participa de su mundo de efectos-efectuados gracias a la sapiencia del oficio.
Se puede afirmar que hacer Diseño es, en cierta forma, teorizar sobre Diseño. Pero en ese caso, la teorización se limita a una dimensión instrumental. Como se dice habitualmente en el espacio de la doxa: se trata de una «teoría aplicable a la práctica». Esa es una de las formas de la teoría, la teoría «útil» para la resolución de problemas reales, concretos, puntuales. En este sentido, la teoría valorable sería aquella que puede legitimarse a sí misma a través de la mostración de «casos de éxito». La teoría como una herramienta, como una llave. La teoría que propongo es la que hace preguntas difíciles sin aplicación instrumental inmediata. La urgencia de lo cotidiano no es el espacio más productivo para la reflexión, para el volverse sobre sí. La medicina tiene otros espacios más allá de la sala de guardia de un hospital.
Para reflexionar sobre Diseño hay que ir a la universidad. En la universidad se aprenden saberes que no se aprenden en el taller del oficial, cosas que no sabe el artesano, que no le importan al diseñador en el día a día y que no lo harán diseñar mejor. Por ejemplo, la reflexión académica permite elaborar temas complejos como el Diseño en tanto agente de control social, como práctica significante, como participante de políticas públicas orientadas al desarrollo, el Diseño como espacio de lucha de significaciones, como arena de lidia de discursos hegemónicos y contradiscursos, como ente que visibiliza a otros entes, el Diseño como dominio de lo ideológico, etc. En la universidad se puede conocer y aprender sobre las posibilidades de subvertir órdenes y revolucionar el estado de las cosas, revolucionando el Diseño mismo.